Hay varias versiones de la leyenda del “Boliche”, sector del centro de
Barranquilla donde hacen el repuesto que ya no se consigue o copian la pieza
metalmecánica que se necesita. Una de esas versiones es la que apareció en El
Heraldo el 21 de noviembre de 2014 escrita por Nani Mosquera que cuenta que a
un alemán se le dañó un componente del motor de su avión y que sin mayor
esperanza lo llevó al Boliche por consejo de un amigo y allá se le reconstruyó la
pieza en poco tiempo un operario mal vestido que consumía Ron Popular.
Boliches existen en la mayoría de las ciudades. En Bogotá, por ejemplo, se
encuentra esa misma capacidad técnica y posiblemente mayor sofisticación en el
barrio Ricaurte. En el sector del 7 de Agosto hay una aglomeración de talleres
de reparación de motores, de transmisiones, frenos, dirección con equipos
iguales o mejores que los que tienen los talleres de las distribuidoras y
tarifas equivalentes al 20 por ciento de las que cobran estos últimos.
En la avenida 19 entre carreas 13 y 7ª formulan los anteojos que necesite y
le arreglan cualquier problema de gafas en tallercitos especializados. En San
Victorino compiten las confecciones producidas en el sector con ropa traída de
China. En Medellín, en el “El Hueco”, también existen estos centros de
confeccionistas, provenientes de Marinilla, que producen bluyines “importados”
de marca y chivean hasta lo ya chiviado (“Converse” chinos color guayaba, por
ejemplo).
En esa ciudad, a un nivel muy superior de complejidad, en la Unidad
Industrial de Belén, hay más de 50 empresas organizadas para producir lo que se
necesite en metalmecánica. Preguntando sobre esta zona me encontré con la
sorpresa de que una de esas empresas mejora los diseños de máquinas importadas
por industrias locales y otra del mismo dueño en la zona franca de Rionegro
hace bombardeo biónico para endurecer aceros que exporta. Es la quinta empresa
del mundo en esa actividad y toma ventaja de que “la ingeniería en Colombia es
muy barata y contra eso los Estados Unidos no pueden competir”.
¿Qué tienen en común todos ellos y por qué son importantes?. Lo que tienen
en común es que aprovechan lo que los eruditos llaman “economías de
aglomeración” que surgen porque varios negocios competidores, complementarios
y/o afines se establecen en un mismo sector para atraer clientela
conjuntamente, para aprender unos de otros y para complementarse. Por otra
parte, ya se cuenta con las competencias técnicas, y en el ejemplo de Medellín
con alta tecnología, que son difíciles de adquirir, y que pueden ser el germen
de futuros desarrollos tecnológicos, especialmente en las áreas de ingeniería,
de manejo de herramientas y manufactura metalmecánicas, de equipos eléctricos y
en la automotriz, entre otros.
Hace falta algo o alguien que organice a los pequeños para que trasciendan
de su condición actual de taller y progresen. En Bangladesh Bibi Russell, una
“top model” retirada, ya ha organizado a los tejedores y confeccionistas
artesanos para que operen como una sola empresa en investigación y desarrollo,
diseño, finanzas y mercadeo internacional. También es necesario hacer estudios
serios de estos centros de tecnología emergente e identificar formas de
promover progreso.
Rudolf Hommes
http://www.elcolombiano.com/alta-tecnologia-criolla-DC2037612
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