Mientras las deudas de los países industrializados han ascendido en los
últimos diez años hasta el 120 por ciento del PIB, las de los emergentes se han
reducido hasta la mitad.
La gran crisis financiera que golpeó a Brasil en 1998 coincidió con la
de Rusia y fue precedida por las de 1997 en Corea del Sur e Indonesia. Los
síntomas que afligieron al país suramericano fueron los mismos que sacudieron a
México en 1994 y a India en 1991: una marcada inflación y un creciente
endeudamiento del Estado. Ninguna de estas coyunturas fue tan grave como la que
sufrió Argentina, cuya bancarrota en el año 2001 es una de las más dramáticas
jamás registradas; pero a finales del siglo XX y principios del XXI, un número
considerable de “mercados emergentes” sintió los estragos de una crisis
financiera al menos una vez.
Sólo China y Arabia Saudita consiguieron culminar ese período sin crisis
financieras mayores. Hoy, la mala racha de los países en vías de
industrialización luce como una desventura muy lejana. “Desde el año 2000, las
deudas soberanas de las diez economías emergentes más robustas se redujeron, en
promedio, del 50 al 25 por ciento del PIB, mientras que el endeudamiento de los
siete Estados más poderosos del mundo ascendió del 80 al 120 por ciento del
PIB”, explica Markus Jäger, quien analizó el endeudamiento de estas naciones
para el Deutsche Bank Research.
Una evolución
positiva
Jäger agrega que Brasil e India siguen siendo los más endeudados de
entre los diez países emergentes más fuertes, pero sus deudas del 70 por ciento
palidecen frente a las de los miembros del G7. Además, tanto el Estado
brasileño como el indio tienen deudas con acreedores internos y en sus
respectivas monedas nacionales. Eso hace que ambos países sean menos
dependientes de las erráticas fluctuaciones de los mercados financieros
extranjeros. No parece caber duda de que la evolución de los países en vías de desarrollo
industrial ha sido positiva.
“El endeudamiento externo neto promedio de estos países estaba por
encima del 30 por ciento del PIB a finales de los noventa y hoy se encuentra
por debajo del 10 por ciento”, cuenta Jäger. Cabe señalar que esta tendencia
también trajo riesgos consigo. La fuerte participación de los países emergentes
en el comercio internacional los hizo, según el experto del Deutsche Bank, más
vulnerables a los shocks externos. “Eso quedó demostrado con
la explosión de la crisis financiera global de 2008 y con la actual crisis de
la eurozona”, dice Jäger.
No obstante, sigue el economista, “la mayoría de estos países podrían
reaccionar positivamente a estímulos para el crecimiento económico aplicando
políticas anticíclicas”. A juicio de Jäger, si llegaran a experimentar nuevas
crisis, las naciones emergentes podrían inyectar dinero a sus economías en
lugar de aplicar medidas de austeridad o recortes presupuestarios porque sus
cuotas de endeudamiento estatal son moderadas.
Autores: Rolf Wenkel/ Evan
Romero-Castillo
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